En el contexto actual, caracterizado por su volatilidad, ambigüedad y complejidad, la sociedad está experimentando transformaciones profundas marcadas por cambios rápidos y desafíos complejos. Cambios que van desde los demográficos y climáticos hasta los avances tecnológicos y los nuevos estilos de vida y comportamientos de las personas tras la pandemia. Ante este escenario, el Tercer Sector se posiciona como un agente crucial para abordar las necesidades sociales emergentes y promover la estabilidad.
En un mundo donde las tensiones geopolíticas pueden ampliar la brecha de la desigualdad y generar importantes crisis humanitarias, estas organizaciones que han sido creadas por iniciativas privadas sin ánimo de lucro, son esenciales para brindar apoyo a los más vulnerables y defender derechos fundamentales. En este sentido, el Tercer Sector, también conocido como Sector Social o de Economía social o solidaria, se convierte en un agente fundamental de cohesión social para evitar estas desigualdades.
Pero a la vez, este contexto tan exigente, está demandando al Tercer Sector que se le requiera, cada día más, de una mayor exigencia, si cabe, de gestión eficaz y eficiente, mayor profesionalización, innovación y gobernanza, que garantice la calidad, sostenibilidad y confianza, imprescindibles para navegar con acierto en este nuevo entorno y poder predecir y dar solución a las constantes demandas sociales. La sociedad espera hoy que las ONG sean mucho más transparentes, tanto sobre cómo gastan sus recursos financieros como sobre qué impacto logran en el entorno en el que operan.
La situación del Tercer Sector en España
El sector social desempeña un papel estratégico en el desarrollo de nuestro país, aprovechando su capacidad para movilizar a la sociedad civil y trabajar en colaboración con el sector público y privado para generar un impacto positivo en ella. Tal y como señala el último ‘Barómetro del Tercer Sector en España’, elaborado por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, el Tercer Sector representa el 1,4 % del PIB español, con una participación de 17.500 millones de euros. Además, alrededor de 528.000 empleos dependen de él, lo que representa el 3,2 % del empleo total en España y cuenta con más de 1 millón de voluntarios.
Estas organizaciones que nacen del compromiso con los derechos humanos y descansan en los valores de solidaridad, igualdad de oportunidades, inclusión y participación, han logrado un impacto significativo, alcanzando -según datos del Barómetro (2022)- un volumen de actividad de 48 millones de atenciones directas a diversos grupos vulnerables, como personas con discapacidad, en riesgo de exclusión, mujeres, infancia y juventud, drogodependientes y personas mayores, entre otros.
Entidades del Tercer Sector indispensables para el desarrollo social
Cada día más, la división entre Tercer Sector-sector público-sector privado es cada vez más difusa. Junto al Tercer Sector tradicional, formado por fundaciones y asociaciones sin ánimo de lucro, la mayoría de ellas de pequeño y mediano tamaño con una labor fundamentalmente asistencial, están emergiendo múltiples iniciativas y organizaciones intermedias, híbridas o mixtas, que combinan eficiencia económica y utilidad social, al tiempo que comparten una base común de valores y principios. Cooperativas, cofradías de pescadores, empresas de inserción, centros especiales de empleo, mutualidades, empresas sociales y sociedades laborales, conforman la llamada “economía social y solidaria”. Todas ellas, actúan combinando la eficiencia económica con los principios de solidaridad, responsabilidad y cohesión social. Este nuevo modelo económico social está logrando un interés creciente en Europa y en España, tanto por su viabilidad como por ser una fuente de empleo sostenible. Algunas fundaciones y asociaciones sin ánimo de lucro se están sumando a este nuevo modelo, logrando un impacto social y económico relevante en nuestro país.
Es evidente que el Tercer Sector se está transformando en respuesta a las complejidades de la sociedad contemporánea. Esta evolución es esencial para mantener su relevancia y efectividad. Su importancia es indudable y se refleja en la cantidad de entidades que lo conforman, la diversidad de necesidades sociales que abordan, el volumen de recursos destinados a inversión social, la cantidad de personas beneficiadas y afiliadas a sus causas, los puestos de trabajo que crea y la movilización de voluntarios que genera. Seguir apoyando el fortalecimiento de este sector, desde todos los ámbitos públicos, empresarial o incluso desde el propio sector fundacional, como es el caso de la Fundación Botín, es crucial para la promoción del bienestar social y el desarrollo comunitario. Solo así podremos construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
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