Vacaciones a la vista: una propuesta para cuidarte, enlentecer el paso, disfrutar y reír con la gente que quieres

Estamos a punto de acabar el curso, y es fácil sentirse como la batería del móvil en torno al 10% de su carga… Sin poder dar más de sí y con muchas de tus funciones al mínimo. Como docente que soy, me hago eco de tu situación, y entiendo que, a estas alturas de curso, solo acaricies la idea de liberarte de todas las imposiciones, relajarte, disfrutar y saborear de esas ansiadas y merecidas vacaciones al alcance de la mano…

Las vacaciones, son ese espacio de tiempo en el que tiene toda su cabida la idea de cuidarse. Un tiempo para restablecer el propio bienestar y cargarse de energía, algo que debería ser una prioridad.

Cuidarse es algo que no ha de verse como una actitud egoísta que te haga sentir culpable, sino como una necesidad, pues solo si estamos bien con nosotros mismos, si estamos satisfechos con la vida que llevamos, podemos ocuparnos de los demás y, lo mejor, es que estaremos motivados para hacerlo sin esfuerzo.

Con el término cuidarse me refiero a ocuparse de uno mismo tanto en el ámbito físico (dormir lo necesario, comer de forma saludable, hacer ejercicio, degustar, sentir, tocar, escuchar, mirar, reír, etc.); como en el emocional (no culpándote, siendo amable contigo mismo…); en el cognitivo (descubriendo, aprendiendo cosas nuevas que estimulen tu  curiosidad, profundizando en temas de tu interés, cultivando tus aficiones, conectando con la naturaleza…) y también en el ámbito social: pidiendo ayuda si la necesitas, compartiendo tu tiempo con  personas positivas y agradables y, ¡muy importante!, ayudando a otros con medida, sin sobrecargarte, para lo cual es necesario poner límites propios, saber decir “no” o “basta” con firmeza y amabilidad a demandas que sientes quedan fuera de tu competencia.

En definitiva, que saber lo que nos viene bien es una responsabilidad personal y quizás sea el momento para recordar que nuestra vida es la posesión más valiosa que tenemos y que debemos preguntarnos qué quiero para ella y qué me hace sentir bien para elegir, en consecuencia, lo que nos conviene.

Junto a esta reflexión quiero hacerte consciente de la considerable capacidad de acción que tenemos en nuestras manos: ¡todo un superpoder!… el de decidir, que conlleva la responsabilidad de utilizarle adecuadamente. Como dice Michael Althsuler, “si bien la mala noticia es que el tiempo vuela, la buena es que tú eres el piloto”. Se cifra en un 40% aproximadamente el margen de maniobra para hacer de nuestra vida la mejor versión.

Sin embargo, la habilidad para cuidarse y lidiar con las situaciones de la vida no es innata, se desarrolla y perfecciona a lo largo de ella y saber implica poder. En consecuencia, me voy a referir a algunos aspectos que seguro sabemos, pero no viene mal que recordemos. 

Para empezar, te propongo un poco de aventura y de emoción, en un momento como este, en el que tenemos al alcance de la mano el verano: ¡un viaje en globo aerostático! Un viaje de liberación del estrés y de recarga de energía, un viaje a tu libertad y al encuentro con la paz y armonía ¿Cómo lo ves?

Si aceptas el desafío te invito a que despegues e imagines… Ahí estás tú subiendo a la barquilla cuadrada de mimbre para los tripulantes. Por cierto, muy confortable y segura. Observas que en la parte exterior cuelgan algunas bolsas de cada lado de la barquilla. Después de desatar la cuerda que mantiene al globo en tierra, se empieza a elevar, la sensación es agradable, no sientes nada de miedo, pero la cuestión es que quieres remontar el vuelo y no lo consigues … ¿De qué decides deshacerte para elevar el vuelo? A modo de sugerencias, aquí van algunos tips por si te son útiles:

  1. Identifica y elimina al menos cinco de las cosas, personas, situaciones o actividades que absorben y agotan tu energía, que suponen una pesada carga en tu vida. Es el primer paso, y el más importante, si quieres aligerar el peso de tu cesta, despegar y dejar espacio para incorporar prácticas más positivas. Si no pudieras eliminarlo, al menos decide cómo puedes hacerlas menos pesadas y estresantes.
  2. Elimina obligaciones innecesarias. Simplifica tu dosis informativa, el tiempo empleado en las redes y la lista de tareas. Las listas de “tareas pendientes” demasiado largas estresan solamente por el hecho de ser largas… aprovecha el periodo de vacaciones para desprogramarte. No es necesario tener programado cada minuto de tu vida. Si planificas unas vacaciones, que no exijan un programa amplio de actividades y que quede un margen para la improvisación, el sosiego, el saboreo… (y luego sigue así durante el nuevo curso).
  3. Evita a las personas difíciles (yo las denomino “personas cactus”) que te hacen la vida ardua… puedes “elegir” entre confrontarlas y luchar contra ellas o, simplemente, sacarlas de tu vida.
  4. Elimina las comparaciones. Todas las personas encontraríamos la vida mucho más interesante si dejáramos de compararnos con la vida de los demás. Potencia lo que tienes y no seas tan crítico contigo mismo. De hecho, las únicas personas felices que conozco, son las que no conozco bien.
  5. Evita el querer controlarlo todo. Lo único que puedes controlar es a ti mismo, considera esto antes de intentar controlar a las personas y las situaciones. Delega todo lo que puedas, elimina el querer tener todo perfecto, aprende a ignorar.
  6. Deshazte del desorden: agobia ver las cosas desordenadas y además dificulta encontrar lo que se necesita… de modo que dedica un tiempo a organizar las cosas en tu vida, a todos los niveles. Sin duda a ello ayuda el deshacerte de objetos, ropa, cosas que te desagrada tener a la vista y/o que ya no necesitas…te quitan espacio para lo nuevo o simplemente para lograr un entorno más simple y sosegado. Seguro que encuentras la forma de hacer con todo ello muy felices a otras personas.
  7. Elimina la tendencia a hacer varias cosas a la vez. Esto te impide estar enfocado/a. No se rinde más por hacer varias cosas a la vez, está comprobado científicamente.

Y ahora que estás remontando el vuelo y sientes la cálida sensación del viento, que has puesto perspectiva en tu vida y las cosas cobran otro significado, ahora, que has liberado espacio, puedes considerar lo qué puedes introducir en ella:

  1. Llena tu vida de buen humor y de emociones positivas. No esperes a que sean otros los que te lo proporcionen porque no funciona así. Eres tu quien ha de procurárselas. Tú forma de ver las cosas determina tu manera de pensar, de sentir y de actuar en el día a día. El sentido del humor ayuda: no tomarse las cosas demasiado en serio es un indicador de sentido del humor. Por ejemplo, al decidir tomarte con humor los contratiempos, éstos se relativizan, dejas de verlos como un obstáculo o un problema que te impide encontrar en ellos una oportunidad o una solución. Igual que al decidir ser feliz en vez de tener razón en una discusión… Por si no lo sabes, el mero hecho de pensar creativamente e intentar encontrar algo de humor ante las frustraciones supone, en sí mismo, tomar distancia y un antídoto contra el estrés (además te recuerdo que los niños aprenden optimismo, entre otras cosas, al observar las reacciones de los adultos).
  2. Busca la belleza y goza de las cosas. Diviértete con lo que haces, es necesario y sano. Con demasiada frecuencia priorizamos el bienestar de los demás y las continuas obligaciones y nos olvidamos de reír y disfrutar. Consideramos que esto tiene menos valor que el resto de las tareas. Es necesario redefinir el valor del disfrute porque divertirse, hacer actividades que te gustan (individualmente o, aún mejor, en compañía) renueva la energía, proporciona ilusión, armonía y un sentimiento de que la vida vale la pena. Las emociones positivas, están ahí, al alcance de la mano, pero se requiere reducir la velocidad para ser conscientes de ellas, para saborear los momentos… esta simple recomendación te puede ahorrar un montón de estrés y proporcionarte momentos de verdadero placer. Al respecto te recuerdo que las emociones negativas (agresividad, tristeza, envidia, impotencia, incertidumbre…) y positivas (alegría, orgullo, entusiasmo, gratitud y tranquilidad) …. son independientes. Si reduces las emociones negativas, no mejora sin más la alegría y el bienestar. Hay que trabajar a diario para procurarse emociones positivas frecuentes y encontrar significado en ellas.
  3. Incorpora a tu vida una dieta saludable, tiempo de descanso y ejercicio físico. El ejercicio físico además de su contribución para reducir o prevenir el estrés, tiene un efecto beneficioso en el sistema inmune y para prevenir y paliar la pérdida de memoria. Igualmente adapta la actividad diaria al ritmo circadiano (que se asocia a la variación diaria de la luz solar) para facilitar el sueño y cuida la alimentación ya que somos lo que comemos… Camina despacio y expansiónate. Respira y relájate de forma intencionada durante varios momentos a lo largo del día. Es algo tan simple como revisar cómo está tu cuerpo y cómo te sientes: si hay puntos de tensión en él, elimínalos. Toma aire, respira en profundidad, eleva la vista, estírate, camina y despeja la mente tomando conciencia del día que hace y agradeciendo lo que tienes.
  4. Y por último algo importante: llena tu vida de relaciones positivas, con personas a las que quieres y con quien deseas pasar el tiempo. Ser amable y agradecida tiene premio para ti… la investigación científica lo corrobora. Ayudar a los demás, ya sea como voluntario en una ONG o simplemente haciendo un esfuerzo por ser compasivo con las personas que conoces, no solo te hace sentir muy bien, sino que de alguna manera reduce tu nivel de estrés.

Pues bien, ahora que desciendes del globo más ligero de equipaje, con un mayor control de tus reacciones y de tu vida, volvamos a algo que apunté al inicio de este artículo: solo si estamos bien con nosotros o nosotras mismas podemos hacer algo por los demás. Tan solo tienes que preguntarte: ¿cuándo se benefician más las personas que me importan y están a mi lado, cuando estoy agobiado, cansado, malhumorado y harto, o cuando estoy relajado y alegre? …

Al respecto conviene recordar otro superpoder que todos tenemos de serie: es el del contagio. La energía positiva es contagiosa (también lo es la negativa, no lo olvidemos), y es importante comprender que al construir nuestra vida en forma positiva no solo te ayudas a ti mismo sino también estás ayudando a los demás. Funciona como un boomerang…

Las personas adultas, en concreto profesores y padres, somos modelos, lo queramos o no, para nuestros alumnos e hijos. Los niños aprenden por imitación más que por lo que les decimos. Son muy buenos   observadores. El 90/95% del aprendizaje se realiza por imitación, así que predica con el ejemplo. La cuestión es que como no sabemos con certeza en qué se fijan nuestros hijos, los padres debemos estar siempre de “servicio” … bueno con ello no quiero decir que un padre deba ser perfecto y no perder nunca el control. Quiero decir que los padres deben esforzarse para mejorar personalmente todo lo posible. Cuando los niños nos sacan de nuestras casillas, la mejor respuesta es una disculpa. No debemos olvidar que les estamos transmitiendo un mensaje: ¿les tratas como quieres que se traten entre sí?

Las personas que más influyen en nuestras vidas tienen una gran capacidad de comunicación. El modo en que los padres hablan y escuchan a sus hijos y se relacionan entre sí, es fundamental para crear un ambiente familiar positivo (algo extrapolable al aula).

Stephen Covey nos explica en su libro «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva» que para que las relaciones sean satisfactorias, las partes implicadas deben crear una «cuenta bancaria emocional» compartiendo experiencias positivas. Según este autor, cuantas más experiencias positivas compartan los padres con sus hijos (escuchándolos, hablando con ellos y apoyándoles), más sólidas serán sus relaciones. Hay que invertir tiempo y esfuerzo para hacer los ingresos necesarios.

A los niños les encanta reír, les gustan las bromas, las expresiones de buen humor y la alegría… Las relaciones entre padres e hijos que dedican tiempo a las diversiones, el buen humor y las risas (promover juegos de palabras, contar chistes, cantar, tomarse con humor frustraciones y contratiempos…) son más sanas, menos tensas y crean vínculos más cercanos y duraderos. Considero que el sentido del humor es necesario en la vida familiar tanto como la disciplina o la educación en valores. El buen humor en la familia refuerza los ingresos en la cuenta bancaria emocional.

Te sugiero que aproveches el respiro que nos ofrecen las vacaciones de verano para compartir con tu pareja y tus hijos las mismas prácticas que hemos revisado para ti en estas páginas. No se trata de hacer algo aparte. Crea un hábito, junto a ellos de todas las sugerencias ofrecidas, adaptándolas a su nivel si fuera necesario.

Por poner un punto final: si algo de lo que has leído resuena en tu interior, no digas “de ahora en adelante lo intentaré”, “lo tendré en cuenta” …  Intentar es mentir como dice Fritz Perls, neuropsiquiatra y psicoanalista, creador de la terapia Gestalt. Lo intentaré quiere decir que no tienes una intención seria de hacerlo. Si de veras piensas hacerlo, di: LO HARÉ y si no, di no lo haré. Hay que hablar claro para pensar con claridad y actuar igualmente de modo que no quede duda.

¡Buen verano y buenas prácticas!

Begoña García Larrauri (mgarciala@telefonica.net)

Psicóloga. Profesora Titular de Universidad



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