Invertir la tendencia en el medio rural

Por Bruno Sánchez Briñas. Coordinador del Programa de Desarrollo Rural «Patrimonio y Territorio«

En los últimos tiempos, el entorno rural español se ha visto vinculado al fenómeno de la despoblación como si se tratase de un proceso de reciente y rápida ejecución, como si los habitantes del medio rural hubiesen decidido, de repente, huir de su hogar por miedo al cambio de siglo. Si consultamos las fuentes estadísticas nacionales o regionales, comprobamos que el movimiento del “campo a la ciudad” comenzó a mediados del siglo pasado, época en la que se inicia el resurgir de la vida en las capitales de provincia ante las carencias que tenía el medio rural. Por tanto, me gustaría empezar este artículo aclarando que nada de esto tiene que ver con el estigma que se ha unido al “ser de pueblo”.

En esto coincide Vicente Pinilla, director de la Cátedra DPZ sobre Despoblación y Creatividad de la Universidad de Zaragoza, quien afirma en sus estudios que éste fue un proceso natural fruto de la industrialización, la cual también llegó al medio rural e hizo que el sector agrario no necesitase tanta mano de obra como sí había requerido a principios del siglo XX, siendo entonces el sector que más mano de obra demandaba. Este movimiento demográfico también está relacionado con otros factores como la débil economía del medio rural, dependiente únicamente del sector primario, el comienzo del estado del bienestar de las zonas urbanas y el retroceso demográfico, entre otros.

En cualquier caso, Pinilla y otros expertos consideran incorrecto el uso que se da a los adjetivos que se vinculan al medio rural español, no pudiendo hablarse de que está “vacío”, pues hay gente que vive y hace un gran esfuerzo por mantenerse en él, ni referirse a una España “vaciada”, como si fuese fruto de una política que busca que la gente salga sin mirar atrás.

Si en los años 80 o principio de los 90 se hubiesen estudiado los censos y aplicado proyecciones estadísticas sobre población futura en el entorno rural, se habrían obtenido predicciones que se asemejarían mucho a la situación actual. Un medio rural envejecido, masculinizado y en el que muchas de las personas mayores viven solas. Si tiramos de hemeroteca, José María López Juderías, director del Diario de Teruel, ya localizó textos que incluían voces de la sociedad civil y políticos locales que alertaban de este fenómeno. Publicados en periódicos de ámbito local, con un impacto muy reducido, el devenir de estos territorios solo aparecía en los grandes medios de comunicación para contar sucesos importantes o pintorescos.

Como de nada sirve lamentarse de las (in)acciones pasadas, desde la Fundación Botín venimos trabajando desde hace más de 15 años en la puesta en marcha de un proyecto piloto, que busca dinamizar el medio rural a través de la puesta en valor de los recursos de la zona, analizando, estudiando y dando a conocer el patrimonio y el territorio, en nuestro caso, del valle del Nansa y Peñarrubia.

El valle del Nansa y Peñarrubia es un territorio del occidente de Cantabria cuyos municipios cuentan con una orografía abrupta típica de la cornisa cantábrica, de manera que en poco más de 60 km se pasa del nivel del mar a más de 1.000 metros de altitud. Es en esta zona, lejos de focos de influencia turística, donde desde el Programa de Desarrollo Rural, Patrimonio y Territorio de la Fundación Botín se decidió implementar un plan de acción que constituyese una propuesta de intervención transversal para promover el desarrollo económico y social, todo ello a partir de la inteligencia del territorio y basado en la puesta en valor del patrimonio, a través de un modelo susceptible de integrar la promoción social y la dinamización de los recursos para producir riqueza y proteger el patrimonio material e inmaterial.

Desde la Fundación Botín venimos trabajando desde hace más de 15 años en la puesta en marcha de un proyecto piloto, que busca dinamizar el medio rural a través de la puesta en valor de los recursos de la zona, analizando, estudiando y dando a conocer el patrimonio y el territorio, en nuestro caso, del valle del Nansa y Peñarrubia.

Se trata de una apuesta a largo plazo, en la que se busca invertir la tendencia de costumbres, actuaciones y estigmas normalizados en el entorno rural. Para ello, desde la Fundación Botín se han propuesto actuaciones en el territorio que conjugan la acción de los poderes públicos y la sociedad civil para abrir nuevos horizontes. Una de las líneas prioritarias que se viene trabajando desde los inicios del programa es la dinamización sociocultural. De esta forma, la Fundación propone nuevas formas para mejorar la calidad de vida a los habitantes, centrándose especialmente en los jóvenes -que son el futuro del territorio- y los mayores, aquellos que atesoran gran parte del patrimonio inmaterial. Fruto de este trabajo tan cerca del territorio se ha conseguido que la población mayor cuente con un club de lectura, talleres de memoria y salidas culturales. Estas actividades, iniciadas por el equipo de dinamizadores del programa, son ahora ofrecidas por los servicios sociales de la zona, que han tomado ya el relevo para seguir entre todos mejorando la calidad de vida de las personas mayores y paliar su soledad.

Desde la Fundación Botín, tratamos de estar también junto a los niños y los jóvenes, ofreciéndoles unas oportunidades y recursos que, por vivir en municipios apartados de los núcleos urbanos, les son de difícil acceso.

Estos mayores son los mismos que al inicio del programa nos trasmitieron muchos de sus saberes y costumbres, que fueron recogidos con cariño y confianza, y en algunos casos, recuperados por los más jóvenes. Tal es el caso de algunas tradiciones como la del hilado y tejido de la lana, que con la constitución de la asociación La Hila está dando trabajo a las mujeres de la zona. Para invertir la tendencia se necesita tener propuestas a largo plazo y con proyección. Es por ello que, desde la Fundación Botín, tratamos de estar también junto a los niños y los jóvenes, ofreciéndoles unas oportunidades y recursos que, por vivir en municipios apartados de los núcleos urbanos, les son de difícil acceso. Con todo ello, hemos podido comprobar que muchas de las iniciativas lúdico-formativas puestas en marcha desde la Fundación Botín para los más jóvenes del valle del Nansa son ahora financiadas con fondos públicos al haber sido demandadas por las familias de la zona, reafirmándonos en nuestra propuesta de fomentar el talento de los jóvenes por medio de la innovación educativa.

Al igual que el programa ha ido madurando y consolidándose, los jóvenes del Valle del Nansa también han crecido; muchos de ellos han seguido formándose y poniendo en valor su compromiso y apego al territorio. Desde la Fundación Botín se les sigue acompañando en el valiente proceso de tomar el relevo y asumir responsabilidades. Esta actuación está muy alineada con la propuesta del Dr. García Pascual, del Departamento de Geografía y Sociología de la UdL, que se recoge en el estudio sobre la España despoblada realizado por la Cátedra de Despoblación y Reto demográfico de Next Educación, donde afirma que con la acción pública no basta y es necesario empoderar a la ciudadanía de estos territorios para que protagonicen desafíos que lo definan y construyan.

Este es el caso de “nuestros jóvenes” que, sin saberlo explícitamente y guiados por los principios y valores que les ha inculcado nuestro programa, han constituido la asociación “Entre Valles” bajo los principios del Convenio de Faro. Así, sobre la base de la salvaguarda y puesta en valor del patrimonio cultural del valle del Nansa, se han comprometido y han asumido el desafío de mantener y dar a conocer su territorio y cómo quieren vivir en él. Uno de los últimos hitos de esta asociación ha sido organizar el l Congreso Nacional de Jóvenes Rurales para, de esta forma, comenzar a trabajar en la “definición del medio rural en el que quieren vivir” contando, además, con el compromiso de la Dirección General de Juventud de Cantabria de tener en cuenta sus conclusiones en la redacción de la próxima ley de juventud.

Los buenos resultados obtenidos en este valle de Cantabria han servido de ejemplo y modelo a otros organismos nacionales e internacionales, tales como el Consejo de Europa, regiones de Europa del Este y proyectos de cooperación con Latinoamérica. Además, el  Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Valderredible solicitaron en 2018 a la Fundación Botín la colaboración para definir un plan estratégico para la dinamización de este municipio del sur de Cantabria, lo que nos está permitiendo extender nuestro saber a otros territorios de la región, con la confianza de que lo que allí acontezca permita revitalizarlos.

Al igual que en el entorno empresarial la pérdida de un cliente genera un impacto negativo que va más allá de la cuenta de resultados (incluso mayor que el obtenido con la adquisición de uno nuevo), en términos demográficos ocurre algo parecido: la pérdida de un habitante del medio rural conlleva un empobrecimiento del entorno que va más allá de lo meramente tangible, ya que con él se pierden todos los saberes, usos y costumbres que esta persona ha ido adquiriendo a lo largo de los años. Con esto no quiero decir que no haya que trabajar en generar estrategias y políticas públicas que atraigan población nueva a los pueblos, sino que además se debe poner un mayor esfuerzo en mejorar las condiciones de vida de los que ya viven en ellos, teniendo además en cuenta el desarrollo rural sostenible y respetuoso, un objetivo este que perseguimos desde el Programa Patrimonio y Territorio de la Fundación Botín.



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