La aventura del emprendimiento científico en salud: Algunos avisos para navegantes

Imaginemos por un momento que estamos en una institución investigadora de referencia, llamémosle el Centro Nacional de Investigaciones Médicas, donde el profesor Augusto Sabio y su colaboradora, la Dra. Ingenia Brillante, han descubierto una novedosa tecnología que promete revolucionar el diagnóstico de un tumor devastador, en el que el grupo del Prof. Sabio investiga desde hace años y goza de reconocimiento internacional. Acaban de publicar su hallazgo en un artículo de la prestigiosa revista Nature, que ha tenido gran repercusión en medios. Pero, para ellos, lo más importante es que los pacientes se beneficien de este logro cuanto antes, así que deciden crear una spin-off dirigida por la Dra. Brillante, que contará con el asesoramiento del Prof. Sabio y el apoyo de su centro. Dado el prestigio científico del grupo de investigación y del centro, y la expectación despertada, sin duda no tardará en lloverles la financiación … ¿o quizá no?

Nuestros emprendedores científicos pronto van a descubrir que los laureles académicos y el interés mediático no siempre se traducen en éxito empresarial. El camino desde la investigación científica a la práctica clínica es un viaje largo y dificultoso. No por ello vamos a echarnos atrás, pero conviene prepararse para contar con las mejores opciones de alcanzar la meta.

Antes de lanzarse a la aventura empresarial, tan apasionante como arriesgada, nuestra ilusionada emprendedora novata deberá plantearse algunas preguntas clave: ¿Mi tecnología soluciona una necesidad clínica concreta no cubierta? ¿Es mejor que otras soluciones existentes o en desarrollo? ¿Los beneficios que aporta compensarán su coste? ¿Cómo evitaré que la competencia me copie y tome la delantera? ¿Cuento con el equipo adecuado? ¿Cómo conseguiré los fondos y otros recursos precisos?

Veamos a continuación algunas de estas cuestiones.

Y esto, ¿para qué sirve?

El primer paso es determinar si la innovación que proponemos es la mejor solución posible a un problema concreto relevante, lo que suele denominarse el encaje necesidad-solución. A menudo, los científicos confunden la relevancia científica con la relevancia clínica. La primera es, sin duda, imprescindible para publicar en Science, pero solo la segunda nos permitirá llegar al paciente. Para contrastar la utilidad clínica de nuestra propuesta, no queda otra que salir del laboratorio al mundo real: hablar con profesionales sanitarios, gestores y pacientes, y escucharlos con la mente abierta. Sin esta validación previa, el proyecto correrá el riesgo de acabar en vía muerta.

Muy bonito, sí, pero… ¿cuánto dices que me va a costar?

Incluso si se demuestra la utilidad, puede ocurrir que el coste sea tan alto que no merezca la pena. Por ello, es importante cuantificar los beneficios que reportará nuestra solución y tener una idea de su precio en comparación con posibles competidores. Antes de incorporar una innovación, los clínicos y los gerentes han de convencerse de que su eficacia justifica el precio.

Además del coste puramente económico, también debe tenerse en cuenta el esfuerzo que supone la adopción de una nueva tecnología. Para vencer la natural resistencia al cambio, tendremos que ofrecer un valor diferencial claramente superior a las opciones actuales.

Money, money, money …

El desarrollo de un producto sanitario es largo y muy, muy, pero que muy costoso. Esto, sumado al enorme riesgo, complica la búsqueda de financiación en los primeros años; especialmente la inversión privada, sin la cual es imposible alcanzar el volumen de fondos necesario.

En las fases tempranas podemos recurrir a ayudas públicas, normalmente en forma de subvenciones y créditos blandos otorgados en convocatorias competitivas locales, nacionales e internacionales (principalmente europeas). La empresa emergente también puede acceder a inversores particulares, los llamados padrinos inversores o business angels, que aportan dinero y otros activos intangibles igualmente valiosos gracias a su experiencia y contactos. Además, en la última década el tercer sector ha empezado a apoyar estos proyectos con algunos programas, como Mind the Gap de la Fundación Botín y CaixaImpulse de Fundación “la Caixa”. Y aparte de los recursos puramente económicos, no hay que desdeñar los apoyos de todo tipo que brindan las instituciones investigadoras, aceleradoras, fundaciones y administraciones públicas a través de formación, mentorías, asesoramiento, foros, etc.

Sin embargo, para avanzar en las fases preclínicas y clínicas del desarrollo pronto habremos de acudir a fondos de inversión de capital riesgo o inversores industriales. Para ello, además de conseguir los contactos adecuados, ya sea a través de las oficinas de de transferencia tecnológica, otros emprendedores o la asistencia a ferias y congresos especializados, es prioritario asegurarse de que el proyecto está preparado, y saber contarlo. Los inversores ven muchos proyectos y no será fácil convencerlos de que el nuestro es el que están buscando.

De los muchos factores relevantes, quedémonos con algunos de los más básicos que hay que trabajar desde el principio.

  • Equipo. Tiene tanto peso o más que la solidez científica o la viabilidad de la idea de negocio. Debemos preguntarnos si disponemos de las capacidades multidisciplinares necesarias o sabemos cómo suplirlas, y no solo hablamos de las científico-tecnológicas, sino también de gestión empresarial, desarrollo de negocio, aspectos regulatorios, etc.
  • Propiedad industrial e intelectual. Es el activo fundamental de una empresa de base científica y tenemos que contar con una estrategia sólida para protegerlo.
  • Conocimiento de la ruta hasta el paciente. Deberemos demostrar que sabemos el camino que tenemos por delante en cuanto a desarrollo tecnológico, requerimientos regulatorios, pruebas clínicas y acceso al mercado. Y muy importante, ¿cuáles son los costes y plazos asociados?
  • Conocimiento de la competencia. Si hemos identificado correctamente un problema con toda seguridad habrá otras soluciones en el mercado o en desarrollo, y puede que no solo basadas en tecnologías similares a la nuestra. ¿Cuáles son y cómo nos comparamos con ellas?

Conclusión

El emprendimiento científico en salud dista de ser un camino de rosas; hay momentos durísimos y el riesgo de fracaso es muy alto. Pero también es de los que más satisfacciones pueden proporcionar, porque cada pequeño avance es un paso hacia un futuro mejor y porque su recorrido aporta aprendizajes y experiencias extraordinarias. Bien provistos de ilusión, pasión y perseverancia, que nunca pueden faltar en la mochila, solo queda prepararse y acompañarse lo mejor posible para superar los desafíos que indudablemente nos esperan. Y un último apunte significativo: quizá los haya, pero aún no he conocido a un emprendedor arrepentido.

Artículo publicado en: https://mindsmaster.org/2023/08/31/la-aventura-del-emprendimiento-cientifico-en-salud-algunos-avisos-para-navegantes/



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