La importancia de la agricultura y la ganadería en el desarrollo económico de un país

La agricultura y la ganadería han sido históricamente el corazón de las economías rurales y el origen de los sistemas modernos de producción. Aunque su peso relativo en el PIB ha disminuido (según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interior Bruto del sector primario retrocedió un 2,2 % interanual en el tercer trimestre de 2025), continúan siendo un motor fundamental para el desarrollo económico y social de España. No solo garantizan el suministro alimentario, sino que sostienen miles de empleos y mantienen vivo un territorio que es mayoritariamente rural. Además, su actividad impulsa una red de industrias -agroalimentaria, logística, maquinaria y servicios tecnológicos- que dependen directamente de la producción primaria.

Por ello, cuando hablamos de agricultura y ganadería hablamos también de territorio, de personas y de proyectos de vida, especialmente en las zonas rurales donde la actividad del campo sigue siendo la base de la economía local.

Su función en el desarrollo económico rural n no solo se mide en cifras, sino también en su capacidad para estructurar el territorio, atraer innovación y generar  oportunidades de futuro. Esta es la mirada desde la que trabaja la Fundación Botín, acompañando a los actores rurales para que puedan transformar ese potencial en iniciativas concretas, viables y con impacto en sus comarcas.

Agricultura y ganadería: pilares históricos del desarrollo económico

La agricultura y la ganadería han determinado durante siglos la distribución de la población, la economía y la identidad cultural de las regiones españolas, construyendo un legado todavía vigente hasta nuestros días. De hecho, el 83,8 % del territorio español es rural, aunque tan solo acoge a 7,5 millones de habitantes, lo que supone el 16 % de la población, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y el Instituto Nacional de Estadística (INE). En estos lugares, dispersos por toda la geografía nacional, el sector primario no es solo una de las actividades económicas base, sino también el núcleo que sostiene el tejido social, el empleo y la permanencia de la población.

Regiones como Andalucía, Castilla y León y Castilla-La Mancha, que concentran casi la mitad del valor de la producción agraria nacional, ilustran cómo las áreas con tradición agrícola han sabido adaptarse a nuevas demandas, como la digitalización, la sostenibilidad y la apertura a mercados globales. Al mismo tiempo, territorios de menor tamaño, como las comarcas rurales de Cantabria, demuestran que incluso a pequeña escala la agricultura y la ganadería pueden ser palancas decisivas de cohesión social y de arraigo al territorio cuando se acompañan de programas de emprendimiento y formación adecuados.

Contribución al PIB y a la economía nacional

El sector primario continúa siendo, por tanto, un componente estratégico de la economía española. En 2024 y según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), alcanzó:

  • 40.412 millones de euros de valor añadido bruto en 2024, equivalentes al 2,5 % del PIB.
  • 67.483 millones de euros de producción agraria, que sitúan a España como el cuarto país de la UE-27 por valor de producción, solo por detrás de Francia, Alemania e Italia.
  • 680.200 empleos equivalentes a tiempo completo, lo que supone el 3,4 % del empleo nacional.
  • 27.896 empresas agroalimentarias vinculadas directamente a la producción primaria.

Con esta combinación de empleo directo e industrias vinculadas, la agricultura y la ganadería siguen teniendo un peso estructural decisivo en la economía rural española, mucho más allá de su porcentaje en el PIB. Si se desciende al nivel local, estos datos se traducen en explotaciones familiares, cooperativas y pequeñas empresas que sostienen el día a día de los pueblos y conforman el ecosistema sobre el que trabaja la Fundación Botín en sus programas de desarrollo rural.

La interdependencia del sector primario con la industria y los servicios

La fortaleza del sector primario no solo reside en la producción de alimentos, sino que genera actividad económica en múltiples industrias y servicios, creando un ecosistema productivo interconectado, que podría resumirse de la siguiente manera:

  • Activa otras industrias fundamentales: la producción agrícola y ganadera alimenta de forma directa a la industria agroalimentaria, la fabricación de maquinaria, los servicios veterinarios y agronómicos, la distribución y la logística.
  • Aumenta la demanda de servicios tecnológicos: la digitalización del campo, con el riego inteligente, los sensores o los sistemas de gestión de datos, genera actividad para empresas de software, consultorías tecnológicas y suministradores de equipos especializados.
  • Crea cadenas de valor más competitivas: la modernización del campo ha reforzado la conexión entre productores, transformadores y distribuidores, reduciendo costes y mejorando la eficiencia en todo el sistema alimentario.
  • Favorece la diversificación económica del medio rural: junto a la producción primaria, surgen nuevas actividades como transformación local de alimentos, agroturismo, servicios técnicos, energías renovables o iniciativas de economía circular.

A pesar de estas oportunidades, muchas zonas rurales enfrentan obstáculos estructurales como la despoblación, el envejecimiento de la población y dificultades para incorporar tecnología. Para apoyar a estas comunidades, entidades como la Fundación Botín han desarrollado programas que acompañan a emprendedores, fomentan la innovación y fortalecen la economía local:

  • NansaEmprende:: programa centrado en la comarca del Nansa (Cantabria) que impulsa a emprendedores rurales mediante formación, mentoría personalizada y apoyo en la puesta en marcha de nuevos negocios. Sus iniciativas suelen estar vinculadas al sector primario, como pequeños obradores, productos agroalimentarios de alto valor añadido o explotaciones innovadoras. Además, fomenta la profesionalización, introduce criterios de sostenibilidad y contribuye a fijar población en áreas con riesgo de despoblación, generando empleo y ampliando la oferta económica local.
  • RuralEmprende:el éxito de NansaEmprende permitió a la Fundación Botín exportar la iniciativa a otras zonas rurales españolas afectadas por la despoblación. Esta nueva línea de trabajo se ha desarrollado en la Comarca Natural de la Serranía de Ronda (Málaga) y el Valle de Valderredible (Cantabria), adaptando la metodología a las características y necesidades de cada territorio. A través de talleres, asesoramiento técnico y dinamización del tejido local, RuralEmprende fomenta actividades que conectan la producción primaria con servicios, tecnología, turismo rural y bioeconomía, fortaleciendo la resiliencia de las comunidades y creando sinergias entre sectores.
  • Talento rural joven: una apuesta de futuro que va más allá de la producción inmediata. Este programa está dirigido a jóvenes cántabros de entre 18 y 26 años con arraigo en municipios rurales de menos de 5.000 habitantes. A través de formación experiencial, mentoría y la creación de proyectos colaborativos, busca convertir a estos jóvenes en agentes de cambio para su territorio, fortaleciendo su vínculo con el medio rural, fomentando la innovación y preparando iniciativas con impacto económico y social.
  • Proyecto de fomento del Cebo de Terneros de Calidad de la Fundación Botín: una iniciativa desarrollada junto a la Asociación AFTECA y la IGP Carne de Cantabria que impulsa la cría y el cebo de terneros en explotaciones extensivas de la región, mejorando su rentabilidad sin perder el vínculo con los pastos y el paisaje cántabro. El programa apoya a más de un centenar de ganaderos, promueve el cebo en origen y facilita canales de comercialización estables, de forma que el valor añadido de la carne se quede en el territorio y refuerce la economía local.

En conjunto, estas iniciativas no solo impulsan la producción y los servicios locales, sino que también desarrollan talento, innovación y liderazgo juvenil, consolidando un ecosistema rural más resiliente, creativo y preparado para el futuro. Todas ellas comparten un enfoque común: partir de la realidad concreta de cada comarca y construir soluciones con los propios protagonistas del territorio.

Cómo la innovación impulsa la sostenibilidad agrícola y ganadera

De este escenario se desprende una conclusión clara: la innovación tecnológica no solo está cambiando la forma de producir, sino que se ha convertido en un factor estratégico para la sostenibilidad y la competitividad del sector primario. En agricultura y ganadería, el uso de robots, sensores, drones e inteligencia artificial permite monitorizar cultivos, suelo, agua y ganado en tiempo real. Esto se traduce en decisiones más precisas que reducen desperdicios, optimizan recursos y disminuyen emisiones de gases contaminantes.

Al mismo tiempo, estas tecnologías aumentan la resiliencia frente a sequías, plagas o fenómenos climáticos extremos, asegurando que las explotaciones rurales puedan mantener su producción y su viabilidad económica.

En el trabajo de la Fundación Botín, la innovación se entiende como una herramienta al servicio del manejo tradicional, no como un sustituto. El objetivo es que las explotaciones familiares puedan incorporar aquellas soluciones que les ayudan a cuidar mejor de sus animales, de sus prados y de su tiempo, sin perder el control sobre su forma de trabajar.

En el ámbito de la ganadería extensiva, por ejemplo, empiezan a generalizarse herramientas como los collares GPS, que permiten conocer en tiempo real la localización de los animales y su comportamiento en los pastos, o los vallados virtuales, que ayudan a organizar el pastoreo sin necesidad de levantar nuevos cercados físicos. Estas tecnologías se integran en los calendarios tradicionales de subida a los puertos y rotación de prados, facilitando un manejo más preciso y seguro tanto para el ganado como para los ganaderos.

Agricultura y ganadería como base de la salud pública

El sistema agroalimentario también influye directamente en la salud de la población. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cerca del 70 % de los costes indirectos del sistema alimentario mundial están vinculados a impactos sobre la salud. Por eso, adoptar prácticas sostenibles es esencial para reducir la presencia de contaminantes y mejorar la calidad nutricional.

Una gestión adecuada del suelo, del agua o del bienestar animal reduce riesgos sanitarios, minimiza la exposición a productos químicos y ayuda a mantener alimentos de alta calidad. La innovación tecnológica contribuye a este objetivo permitiendo controlar mejor enfermedades o epidemias. En el caso de la ganadería extensiva de carne, trabajar con animales al aire libre, alimentados mayoritariamente con pastos y forrajes propios, refuerza además la trazabilidad de la cadena y acerca el origen de los alimentos al consumidor.

Ganadería extensiva y secuestro de carbono en Cantabria

En los sistemas ganaderos extensivos de Cantabria, el manejo tradicional de los pastos tiene un papel clave en la conservación de los suelos y en la captura de carbono. Las praderas permanentes, que no se roturan y mantienen una cubierta vegetal viva durante todo el año, actúan como sumideros de CO₂ al incorporar materia orgánica al suelo a través de las raíces y de los restos vegetales.

Diversos estudios realizados en el norte de España indican que las praderas bien gestionadas pueden almacenar cada año cientos de kilos de CO₂ por hectárea en forma de carbono del suelo. Cuando el ganado pasta con cargas moderadas y se respetan los tiempos de descanso de las parcelas (pastoreo rotacional), se favorece la regeneración de la hierba, se incrementa la diversidad de especies y se mejora la estructura del suelo, aumentando su capacidad para retener agua y nutrientes.

Este tipo de manejo es el que desarrollan las explotaciones vinculadas al programa de Cebo de Terneros de Calidad de la Fundación Botín y AFTECA: vacas y terneros aprovechan los pastos de los valles y de los montes cántabros durante gran parte del año y, en una fase final de cebo, se completa la alimentación de forma controlada para garantizar la calidad de la carne. De esta manera, se combina la producción de alimentos con el mantenimiento de los servicios ambientales que prestan los pastos, evitando el abandono de las fincas y contribuyendo a que el paisaje siga siendo un activo económico y ecológico para la región.

Por todo ello, la agricultura y la ganadería no solo sostienen la economía y garantizan el suministro de alimentos, sino que son pilares esenciales del desarrollo rural, la cohesión social, la creación cultural y la protección del medio ambiente. La combinación de tradición y modernización, apoyada por la innovación tecnológica y prácticas sostenibles, permite producir más con menos, fortalecer la resiliencia de las explotaciones y generar oportunidades económicas en territorios rurales. En el caso de la Fundación Botín, esta combinación se concreta en programas como NansaEmprende, RuralEmprende, Talento Rural Joven o el fomento del cebo de terneros de calidad, que ponen a las personas y al territorio en el centro y demuestran que el sector primario puede ser un motor de desarrollo económico, social y ambiental para las comarcas rurales en las que se trabaja.

Así, la agricultura y la ganadería dejan de verse solo como sectores productivos para reconocerse como parte de un proyecto de futuro compartido entre ganaderos, emprendedores, jóvenes y entidades que apuestan por el medio rural.



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