Durante la etapa de crecimiento, los niños y los adolescentes no solo se enfrentan a desafíos académicos o sociales, sino también a grandes retos emocionales. Una de las respuestas emocionales más complejas de gestionar a esas edades es la frustración. La frustración es una emoción básica que puede surgir en múltiples escenarios. En este sentido, lo más importante es enseñar a los niños, niñas y jóvenes a afrontarla de manera adecuada, desarrollando una inteligencia emocional que les permita reaccionar e interpretar este estado correctamente.
Sentirse frustrado, triste o enfadado son respuestas habituales y forman parte esencial del crecimiento emocional. Es importante que los niños y adolescentes comprendan que todas las emociones son válidas y, sobre todo, que es fundamental que sepan canalizarlas e interpretarlas para su bienestar. Según Siegel (2014), «la frustración es una oportunidad para ayudar a los niños a desarrollar resiliencia emocional, enseñarles a autorregularse y entender que no siempre pueden obtener lo que quieren, pero que está bien sentir lo que sienten mientras aprenden a manejarlo«. Por lo tanto, entender la frustración como una oportunidad de aprendizaje es clave para potenciar la autorregulación emocional de los niños, niñas y jóvenes. Abordarla desde la empatía y la conexión con el otro es fundamental para que aprendan a gestionar sus emociones de manera efectiva.
Principales causas de la frustración en la infancia y adolescencia
La frustración es una emoción inevitable en el desarrollo infantil y adolescente, originada en la inmadurez del cerebro y la incapacidad para procesar las emociones de manera regulada. Según Siegel (2014), la frustración se desencadena cuando un niño no puede satisfacer un deseo inmediato, lo que representa una oportunidad para que aprenda a tolerar la espera y desarrollar la autorregulación. Esta emoción suele surgir en momentos de estrés, cuando el cerebro emocional toma el control, o ante expectativas no cumplidas, especialmente en la adolescencia, donde las emociones son más intensas y la sensibilidad ante los fracasos es mayor.
En el entorno familiar, los padres juegan un papel crucial al proporcionar un ambiente emocional seguro y enseñar a los hijos a gestionar sus emociones. Siegel (2011) destaca que los niños aprenden a manejar sus emociones observando a los adultos a su alrededor. Si los padres responden con calma ante la frustración, los niños tenderán a desarrollar las mismas habilidades. Un entorno familiar que fomente la resolución sana de conflictos y un manejo adecuado del estrés permite que los niños estén mejor preparados para enfrentar desafíos personales y sociales.
En el ámbito académico, la presión por cumplir expectativas puede generar estrés en los estudiantes, afectando tanto su bienestar emocional en las aulas como su desempeño. Los colegios deben crear espacios seguros donde se fortalezca la resiliencia emocional de los alumnos. En este contexto, los docentes juegan un papel clave como figuras de apego secundario, proporcionando seguridad y confianza a los estudiantes. Según Bergin, C. y Bergin, D. (2009), la relación con los docentes permite a los alumnos reelaborar sus modelos vinculares y desarrollar habilidades socioemocionales necesarias para enfrentar los retos de la vida adulta.
Cómo afecta la frustración emocional
Por otro lado, si no se enseña a gestionar la frustración desde una edad temprana, las repercusiones pueden ser significativas. La frustración no tratada puede manifestarse en conductas negativas como desbordes emocionales, aislamiento social, baja autoestima y agresividad. En los adolescentes, esto puede traducirse en comportamientos más extremos. Mientras que un niño pequeño puede reaccionar con una pataleta, un adulto que no ha aprendido a manejar su frustración puede tener respuestas mucho más perjudiciales, lo que resalta la importancia de enseñar desde una edad temprana a gestionar esta emoción.
Estrategias que pueden ayudar:
Dar ejemplo y modelar como gestionar la frustración en momentos difíciles con frases “Esto es complicado, voy a intentarlo de nuevo”
Reconocer y validar las emociones: es importante que sientan que sus emociones son comprendidas, respetadas y acompañadas. Frases como “Entiendo que esto te frustra” o “Es normal que te sientas así cuando algo no sale como esperabas” pueden ayudar a que se sientan comprendidos y aceptados.
Evitar minimizar o castigar las emociones: “No pasa nada”, “No es para tanto, “Se te pasará enseguida”, “Como sigas llorando…”
Aceptación: reconocer que la frustración es una emoción más que forma parte de la vida y que todos la experimentamos en alguna ocasión.
Establecer límites con empatía: conectar y comprender las emociones no implica que no haya unos límites que en ocasiones sean los que generan esa frustración. Mantenerlos con calma y firmeza mientras acompañas la emoción es clave para que se desarrolle la tolerancia a la frustración.
Fomentar la resolución de problemas: se puede ayudar a buscar soluciones creativas a las dificultades, fomentando la autonomía y creando soluciones propias. ¿Qué crees que puedes/podemos hacer para resolver esto? ¿qué idea se te ocurre?
Fomentar la mentalidad de crecimiento enseñándoles que los errores, desafíos y retos son oportunidades para aprender y mejorar. Se puede reinterpretar la situación como un momento de crecimiento.
Dar ejemplo y modelar como gestionar la frustración en momentos difíciles con frases “Esto es complicado, voy a intentarlo de nuevo”
Actividades para trabajar la frustración en adolescentes y niños
Es fundamental que el bienestar emocional en las aulas sea una prioridad. Los colegios deben ofrecer recursos y actividades que impulsen una educación emocional basada en el equilibrio emocional, ayudando a los jóvenes a desarrollar habilidades esenciales como la resiliencia y el manejo de la frustración. Al enseñarles a comprender y gestionar sus emociones de manera efectiva, estamos preparando a los estudiantes para que, en el futuro, se conviertan en adultos funcionales, capaces de enfrentar los retos de la vida con madurez, adaptabilidad y una mentalidad positiva. Por tanto, saber qué esperar de un buen centro educativo incluye una educación emocional adecuada que les permitirá no solo superar las dificultades del día a día, sino también construir una base sólida para su éxito personal y profesional. Un colegio así estará más cerca de ser el colegio ideal o perfecto pues será capaz de adaptarse a las necesidades no solo académicas sino también emocionales de todo el alumnado.
Así pues, tanto en el hogar como en el colegio, los adultos tienen un papel crucial en la enseñanza de la inteligencia emocional. Las familias, en particular, deben ser un modelo a seguir en cuanto a la gestión emocional. Cuando el niño tiene una emoción intensa, en lugar de reaccionar con enfado, deben guiarle hacia la calma, explicando cómo relajarse y ver las cosas desde otra perspectiva.
Algunas actividades que pueden implementarse, tanto en casa como en el colegio, incluyen espacios de reflexión emocional, como un rincón de la calma o mesa de paz donde los niños y niñas pueden regular sus emociones. Además, además, será clave el fomento del diálogo emocional en casa, así como juegos para la resolución de problemas y las técnicas de respiración, mindfulness o atención plena.
El programa Educación Responsable de la Fundación Botín es un excelente ejemplo de cómo se puede integrar la educación emocional en las escuelas. Este programa, implementado en más de 750 centros educativos de España y América Latina, ayuda a los estudiantes a conocerse a sí mismos, a comprender a los demás y desarrollar el autocontrol, lo que es fundamental para manejar la frustración y otras emociones. La participación en este programa proporciona a los estudiantes las herramientas necesarias para gestionar la frustración y otras emociones de manera efectiva.
Según la Evaluación Psicológica de programa, que realizó la Universidad de Cantabria en 2018, Educación Responsable ha demostrado tener un impacto positivo significativo en el desarrollo emocional, social y creativo de los estudiantes que lo aplican. Los resultados indican que el alumnado que participa en el programa muestra una mejora en su capacidad de gestión emocional, un aumento en su rendimiento académico y una disminución en los niveles de ansiedad. Además, el programa contribuye a crear un clima escolar más positivo y colaborativo, beneficiando a toda la comunidad educativa.
ER utiliza una variedad de recursos educativos basados en disciplinas creativas muy distintas, como la literatura, la música y las artes plásticas y visuales. Estas herramientas ayudan a los estudiantes a identificar, regular y expresar sus emociones, desarrollar la empatía, mejorar sus habilidades sociales y fomentar la creatividad. La implementación de este programa en un centro escolar puede contribuir a que sea un colegio que responda a las necesidades emocionales y educativas de alumnado y sus familias.
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