La educación es un hecho espacial. No existe una verdadera formación integral del ser humano sin la cercanía afectiva y el contacto personal entre alumnos y profesores. Como esa coexistencia sucede dentro de un escenario físico, la Arquitectura emerge como un ingrediente insoslayable de todo proceso educativo. Más aún: diseñados con la intencionalidad y pasión creativa necesarias, los lugares pueden por sí mismos inducir innovaciones docentes. La Arquitectura, también educa.
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