Me gusta poner por escrito mis reflexiones, sobre todo cuando, como ocurre hoy, he mantenido una intensa actividad. En esos momentos mis pensamientos surgen desordenados, se entrelazan y enredan sin que pueda darles forma y llegar a una conclusión. Pero cuando los traslado al papel adquieren una vida propia, se definen y organizan, porque si no los escribo parece como si se desvaneciesen.
Quizá fuese el exceso de trabajo y la tensión, porque acabo de comenzar mi primer año como MIR de Medicina de Familia. Mi última guardia en Urgencias del Hospital, en pleno verano, ha sido agotadora: accidentes, fracturas, esguinces, heridas. Muchos de los pacientes parecían quebrantados y doloridos. Y he pensado en ello tras asistir a una sesión sobre el Dolor crónico, que padecen tantas personas y condiciona en gran manera su vida. Como ejemplo se recordó a la artista mexicana Frida Kahlo porque ha conseguido con su obra representarlo plásticamente, a pesar de ser algo intangible y muy subjetivo.
Frida Kahlo Nació en 1907 y, desde su infancia se vio afectada por la enfermedad ya que a los 6 años padeció poliomielitis que le dejó como secuela un acortamiento de la pierna derecha. Su atuendo característico con largas faldas de vivos colores disimulaba ese defecto.
Pero fue más penoso el accidente ocurrido a los 18 años, cuando volvía de la escuela en un autobús que resultó arrollado por un tranvía. Le ocasionó graves lesiones: fracturas de pelvis y vertebrales, de la clavícula y dos costillas. Tuvo que someterse a varias cirugías y reposar en cama, con corsé, durante meses. Entonces comenzó su actividad artística, animada por sus padres que diseñaron un ingenioso sistema con espejos con el que podía retratarse a sí misma. Decía: “pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola”. Lo que me lleva a pensar en mis pacientes que esperan aliviar su dolor y en cómo puedo ayudarles. Porque con frecuencia los médicos actuales prescribimos tratamientos eficazmente, pero quizá descuidamos esa otra faceta de cercanía y aliento ante las circunstancias emocionales que lo empeoran.
Afortunadamente tenemos más posibilidades que en esa época, analgésicos potentes y seguros, pero también fisioterapia, hidroterapia, acupuntura, electroterapia… Y, ¡cómo se ha desarrollado la cirugía, sobre todo la traumatología y las prótesis!
En aquel momento los enfermos aceptaban resignadamente el dolor, las largas temporadas de reposo y unos pocos medicamentos. Aunque ahora, como entonces, se puede ayudar con apoyo psicológico, empatía y favoreciendo una vida activa y útil.
Veo en Frida Kahlo el ejemplo de cómo una existencia tan condicionada por el dolor (ahora se piensa que las lesiones sufridas le provocaron una fibromialgia postraumática), dio como resultado una producción artística singular que consigue materializar el dolor en la pintura. Relata su padecimiento con sus cuadros y en su diario, mediante dibujos y cartas sin destinatario concreto, que dan cuenta de su estado de ánimo abatido, los episodios depresivos y la inestabilidad emocional que le conducen eventualmente al abuso de analgésicos y alcohol.
Recuerdo la visita con mis padres al Museo de Dolores Olmedo en Ciudad de México, unas vacaciones de verano, donde vimos sus obras y las de su esposo Diego Rivera el gran muralista. Ahora las comprendo mejor. ¡Cómo expresa el dolor en La Columna Rota (1944) con una iconografía religiosa! Los clavos, como flechas de San Sebastián o las lágrimas de la Piedad en un rostro estoicamente impasible, que no manifiesta emoción alguna. Y en el centro la columna jónica partida, símbolo del eterno femenino, que rompe además la concepción clásica de la belleza de la mujer.
Por eso dijo: “no estoy enferma, estoy rota, pero soy feliz mientras pueda pintar”. No sólo es capaz de reflejar lo físico, igualmente transmite su angustia, la sensación de aislamiento y soledad, como en “Henry Ford Hospital o La cama volando” (1932) tras el aborto sufrido. Su fuerza creativa transforma el dolor en imágenes de gran expresividad, hablando de sí misma a través de sus pinturas, intentando sobreponerse y, creando por otra parte una imagen inconfundible con la vestimenta tradicional que reforzaba su identidad cultural.
Ahora, 70 años después de su fallecimiento, es un referente del arte latinoamericano y su obra ha alcanzado una enorme popularidad.
Pero es, al mismo tiempo, la persona que sufre y que no se dejó vencer por la enfermedad, le plantó cara valerosamente y nos legó una forma poética y característica de representar la realidad humana del doliente.
Tal vez su arte sea una inspiración para mi trabajo y me ayude a profundizar en el intrincado mundo del dolor y el sufrimiento que tanto deseo aliviar en mis semejantes.
Antonio Sazatornil Ruiz
Médico de familia
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