
Por Carmen de la Iglesia Martín, estudiante de sexto de Medicina en la Universidad de Cantabria
Siempre he entendido la Medicina no solo como una profesión, sino como una forma de estar en el mundo y de poner la vida al servicio de los demás. Por eso, mi decisión de ser médico no responde solo a un proyecto profesional sino a un proyecto vital. Y, sin duda, siempre será una de las mejores decisiones de mi vida.
No es fácil plasmar en un papel lo que siente el corazón, pero como “de lo que rebosa el corazón habla la boca”, espero lograr transmitir en estas líneas lo que significa para mí formar parte del proyecto de Cooperación Internacional “Cirugía en Turkana” y haber viajado ya en dos ocasiones al noroeste de Kenia, a orillas del lago Turkana.
Las primeras veces siempre son especiales. No lo voy a negar, viajar como cooperante a África por primera vez con tan solo 21 años da vértigo al principio. Sobre todo porque sabes que vas con la misión de llevar un poco más de salud donde hay tanta enfermedad, de darlo todo donde no tienen tanto y de abrazar a quienes más lo necesitan. Luego te das cuenta de que eso supone largas y calurosas jornadas en quirófano, un sinfín de pacientes en consulta y muchas horas de intenso trabajo en el laboratorio. Y era inmensamente feliz mientras lo hacía porque era consciente de la suerte, el privilegio y también de la responsabilidad que habían depositado en mí.
Cirugía en Turkana no solo es un proyecto quirúrgico, sino también una forma de entender la vida. Y hablando de entender la vida, debo decir que también he aprendido mucho del pueblo Turkana, el verdadero motivo de este proyecto. Me llama la atención su forma de afrontar la enfermedad: no sienten resignación por el pasado o por su falta de salud, ni tampoco excesivo temor por el futuro o su porvenir, simplemente viven el presente con la mayor serenidad posible, afrontando la vida tal y como viene. Se te encoge especialmente el corazón cuando ves a los niños, aunque una piruleta y un abrazo es suficiente para que se sientan las personas más afortunadas del planeta. Por muy diferentes que seamos en cuanto a lenguaje, cultura o color de piel, cuando llegas a Turkana te das cuenta de que la necesidad de salud y de amor (y concretamente la necesidad de amar y sentirse amado) es lo único intrínseco a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra.


Nunca pensé que cumpliría 22 años en África. Aquel día no solo cumplí años, sino también un sueño: ver por primera vez la llegada de una nueva vida al mundo. A partir de ahora, cada 7 de febrero, me acordaré de que no solo comparto cumple con mi hermana melliza, sino también con aquel “peque” que nació ese día en Kenia, delante de mis ojos, y al que pude dar la bienvenida al mundo mientras le sostenía en mis brazos. A un mundo mucho más inhóspito del que me tocó a mí hace 22 años y una vida por delante indudablemente más dura.
No puedo evitar sonreír al recordar cada uno de estos momentos, cada una de estas personas y este lugar, Turkana, a donde tuve la suerte de poder regresar este año. De nuevo, volví a pasar otro 7 de febrero en África. En esta ocasión, el día de mi cumpleaños nos encontrábamos en la Embajada de España en Kenia, donde nos recibió la embajadora para agradecernos nuestra labor de cooperación y diplomacia sanitaria. Así que, esta vez he cumplido 23 años en Kenia, muy lejos de mi Santander natal donde se encontraban mis padres y más lejos aún de mi hermana melliza que se encontraba estudiando en la Universidad de Berkeley en California. Pero, de nuevo, era consciente de que no solo estaba cumpliendo años, sino que también estaba cumpliendo un sueño. Y es que la vida no va de cumplir años, sino de cumplir sueños.
La palabra recordar viene del latín re (volver a) y cordis (corazón); recordar: volver a pasar por el corazón. Y cada vez que recuerdo Turkana, mi corazón late un poco más fuerte. Turkana es ese lugar donde es fácil ser feliz intentando hacer un poco más felices a los demás. Turkana es ese lugar donde, como diría Madre Teresa de Calculta, solo hacen falta “dos manos para servir y un corazón para amar”.
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