Por Andrea Gutiérrez Bedia, becada por la Fundación Botín para estudios de Magisterio en Educación Primaria en la Universidad de Cantabria (2025-2026).
Vivimos rodeados de palabras: las leemos, escribimos, cantamos, debatimos, pensamos, gritamos, compartimos, susurramos… a veces, no nos damos cuenta de cuánto nos acompañan. Con ellas expresamos emociones, contamos historias, construimos relaciones y sostenemos nuestras ideas. Son un hilo invisible que nos conecta con los demás y nos acompaña incluso en los sueños.
Actualmente vivimos en la sociedad de la información, donde las interacciones y mensajes están llenos de complejidades. En este contexto, la lectoescritura no se puede contemplar como una habilidad esencialmente académica, pues se trata de una herramienta necesaria para la vida, pues nos ayudan a comprender, sentir y comunicarnos de manera más auténtica. Estas competencias están estrechamente ligadas con la empatía, el pensamiento crítico y la comunicación eficaz, siendo estos tres pilares fundamentales para lograr una sociedad más justa, democrática e inclusiva.
Varios estudios explican que el pensamiento crítico depende de la comprensión lectora. Leer no consiste solamente en decodificar palabras, sino que es un proceso activo que implica interpretar, relacionar ideas, organizar información y construir significados. De esta manera, los estudiantes que desarrollan una lectura profunda poseen una mayor capacidad de análisis, razonamiento y juicio, lo que les permite participar de manera consciente en la sociedad. Además, desarrollar estrategias metacognitivas como anticipar, resumir o evaluar la fiabilidad de la información, favorece la alfabetización científica; una competencia esencial en las personas que les permite formular preguntas, analizar los textos y argumentar sus ideas con evidencia.
La lectoescritura también es clave para la comunicación, tanto escrita como oral. El lenguaje escrito permite organizar ideas, expresarlas con claridad y adaptarlas al contexto; el lenguaje oral permite interactuar con otras personas, transmitir emociones, negociar y argumentar de manera inmediata. Estas habilidades se refuerzan mutuamente, cuanto más se escribe, más se desarrolla la escucha activa y el diálogo; cuanto más se habla, más claras y coherentes se vuelven las ideas al expresarlas por escrito. Es por ello, que no podemos contemplarlas por separado en las escuelas.
Asimismo, la lectura influye directamente en la formación de la empatía. Al leer historias sobre realidades humanas diferentes, como son los conflictos o emociones, los estudiantes aprenden a ponerse en el lugar del otro. Un estudio publicado en Frontiers in Psychology (Chen, Lyu & Zhu, 2025) encontró que los niños y niñas que leen cuentos ilustrados con contenido social tienen más conductas prosociales, como compartir, ayudar o cooperar. La lectura, de esta manera, no solo enseña a descifrar palabras, sino también a comprender y conectar con la sociedad.
Durante mis prácticas de magisterio en un colegio pude comprobar cómo esta concepción de la lectoescritura se emplea de manera concreta. En este centro, la lectura y la escritura se enseñan para compartir y participar en la vida cotidiana de la comunidad. Por ejemplo, los estudiantes utilizaron la escritura para enviar mensajes de desacuerdo a las familias que aparcaban mal fuera del colegio, creando carteles que expresaban su disgusto de manera clara y respetuosa. De igual manera, en las asambleas escolares, la escritura y lectura sirven para exteriorizar emociones y hacerlas llegar a los demás, generando debates que requieren la presencia de habilidades como la empatía, oralidad o argumentación. Estos son solo algunos ejemplos de cómo la lectoescritura se entiende más allá de realizar dictado o de leer una novela clásica. Su enseñanza debe tener un propósito social.
En conclusión, la lectoescritura es mucho más que una competencia escolar. Es una herramienta para pensar críticamente, comunicarse con sentido y relacionarse con empatía. Es importante tener en cuenta que su desarrollo beneficia no solo a quienes la adquieren, sino también a toda la sociedad, por lo que debería ser un interés colectivo, esencial para el progreso social.
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Referencias bibliográficas
Chen, X., Lyu, J., y Zhu, H. (2025). Shared reading of socially themed picture books promotes children’s empathy and prosocial behavior: Evidence from a randomized controlled trial. Frontiers in Psychology, 16.

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