
Los primeros años de vida son una etapa clave para el desarrollo emocional infantil. Es decir, el proceso por el cual los niños aprenden a identificar, expresar, comprender y regular sus propias emociones. Este crecimiento afectivo repercute directamente en el desarrollo de su salud mental y, por ello, la educación emocional se ha convertido en un elemento clave para potenciar en las aulas y en el ámbito familiar.
Enseñar habilidades como la autoconciencia, la empatía, el autocontrol o la asertividad desde edades tempranas mejora la autorregulación, la adaptación social y la inteligencia emocional de los niños. Sin embargo, la salud mental infantil sigue siendo un aspecto desatendido en los colegios, lo que hace necesario poner en marcha programas de educación emocional adaptados, que garanticen el crecimiento equilibrado de los niños.

¿Qué es el desarrollo emocional y por qué es esencial en la infancia?
El desarrollo emocional infantil comprende todas las transformaciones afectivas que vive un niño: desde la capacidad de reconocer sentimientos básicos (alegría, tristeza, miedo, etc.) hasta la construcción de la empatía, la propia identidad y las relaciones sociales saludables. Esto conlleva aprender a expresar, comprender y regular las emociones para establecer vínculos afectivos positivos, enfrentar de manera adecuada los desafíos cotidianos, conseguir un mejor desempeño académico, formar una autoestima saludable y, a la larga, prevenir trastornos psicológicos y conductuales. Por ejemplo, los niños con una buena autorregulación emocional suelen mostrar menor agresividad y mayor enfoque en el aula, mientras que aquellos con alta empatía tienden a relacionarse mejor con sus compañeros.
En este sentido, estos serían los principales puntos que trabaja el desarrollo emocional y su influencia en el comportamiento y la personalidad:
- Autoconciencia y autorregulación: reconocer y gestionar las propias emociones (por ejemplo, aprendiendo a calmarse ante la frustración).
- Empatía y solidaridad: entender y compartir los sentimientos de los demás, lo que promueve el compañerismo.
- Resolución de conflictos y asertividad: comunicar de manera efectiva, a través de la expresión de ideas y emociones de manera respetuosa.
- Autoestima saludable: desarrollar una valoración positiva de sí mismo, base para la confianza.
Este proceso de aprendizaje no ocurre de forma aislada, sino que depende del entorno familiar y educativo, así como de las influencias biológicas y culturales. Por ello, fomentar el desarrollo emocional infantil desde todos estos ámbitos ayudará a que los niños sean más autónomos, seguros y resilientes, reduciendo el riesgo de conductas problemáticas en el futuro.


Educación emocional: una herramienta clave en el aula y en casa
La educación emocional en el entorno escolar y familiar pone en práctica estrategias y programas específicos para el desarrollo de las habilidades mencionadas.
En el aula, esto implica crear un clima seguro y estimulante, donde los niños puedan explorar y expresar sus emociones. Por ejemplo, mediante la lectura sobre sentimientos, juegos de rol, proyectos artísticos o actividades con música, los alumnos aprenden a identificar diferentes estados emocionales y a gestionarlos de forma sana. En esta línea, la formación de los docentes en competencias socioemocionales es fundamental: cuando los maestros tienen conocimientos de regulación emocional y resolución pacífica de conflictos, se convierten en modelos de conducta que refuerzan el aprendizaje de sus alumnos. De este modo, el colegio se transforma en un espacio donde los niños adquieren herramientas para regular el estrés, mejorar su autoestima y relacionarse positivamente, lo que a su vez refuerza la convivencia escolar.
De igual modo, la colaboración de las familias en este proceso es crucial, acompañando y reforzando en casa las competencias aprendidas en el aula, practicando la crianza positiva, reforzando el vínculo emocional y cerrando el círculo educativo afectivo para proteger la salud mental infantil. En este sentido, pueden impulsarse desde los colegios proyectos colaborativos con padres, como talleres o dinámicas, donde se enseñen diversas prácticas saludables: comunicación abierta, permitiendo que el niño hable libremente sobre lo que siente; realización de actividades lúdicas en familia, con juegos al aire libre o manualidades que permitan la expresión de sentimientos; o, de forma más estructural y sostenida, el establecimiento de rutinas diarias estables, pues un entorno predecible aporta seguridad emocional.
Estas iniciativas ayudan a que el aula sea un espacio de educación responsable, donde cada niño aprende no solo contenidos académicos, sino también a cuidar de su salud emocional y de la de los demás.

El compromiso de la Fundación Botín con la educación emocional en España
La Fundación Botín es pionera en el impulso de la educación emocional en España. Desde 2008 organiza encuentros internacionales de expertos, celebraciclos de conferencias sobre educación y publica informes sobre inteligencia emocional y social, con conocimientos adaptados a la realidad local.
En concreto, para mejorar el desarrollo emocional infantil, la Fundación ha creado un programa educativo innovador: Educación Responsable, un plan formativo dirigido a colegios (con alumnado de entre 3 y 16 años), que promueve el desarrollo emocional, social y creativo de los alumnos. A través de este programa, se ponen a disposición de los centros más de 1.000 actividades basadas en literatura, música, artes plásticas y videojuegos, de modo que el trabajo curricular ponga siempre el foco en las emociones y la creatividad. El objetivo es claro: que los niños aprendan a conocerse mejor, a expresar sus sentimientos y a tomar decisiones responsables, fortaleciendo así competencias socioemocionales esenciales.
Los recursos educativos de Educación Responsable involucran a maestros, alumnos y padres para crear una comunidad educativa comprometida con el bienestar de los niños. Además, convoca cada año a centros escolares de distintas comunidades, con el fin de garantizar que la iniciativa tenga continuidad en el tiempo. Gracias a este esfuerzo coordinado, los centros participantes han experimentado un impacto positivo: evaluaciones externas de las universidades de Cantabria y Málaga han indicado que los alumnos que trabajan con este programa muestran mayor autoconocimiento emocional, mejor manejo del estrés y una clara reducción de comportamientos agresivos. En otras palabras, la experiencia práctica evidencia que la formación en emociones mejora el clima de aula y contribuye al bienestar de los niños.
Por otro lado, la Fundación Botín contribuye con herramientas de medición e investigación. Ha diseñado y validado un test de Inteligencia Emocional adaptado a niños y jóvenes españoles, cubriendo, así, la escasez de instrumentos locales para evaluar estas habilidades. También ofrece formación con el foco puesto en la transformación educativa. De esta manera, a través de su Programa de Experto EESC para la Transformación Educativa, prepara a docentes en competencias personales y sociales que fortalezcan el vínculo con sus alumnos.
Estas acciones reflejan su compromiso claro: una educación responsable y afectiva como base para construir una sociedad más solidaria y sana. La labor de la Fundación Botín se centra en impulsar una cultura educativa donde las emociones en la infancia se valoren como parte integral del aprendizaje y el crecimiento humano.
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