El cineasta Oliver Laxe conversa con el director de la Fundación Botín sobre la influencia de sus orígenes y la memoria en su trayectoria artística y sobre cómo la relación con ese territorio, geográfico y emocional, es lo que más le define. También habla de su cine, del modo en el que las artes contribuyen al desarrollo personal y social, y de su visión esperanzadora del mundo.
“¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?”, el cineasta y guionista gallego Oliver Laxe protagoniza un nuevo episodio del pódcast “Las preguntas de la Fundación Botín”, en el que conversa con Íñigo Sáenz de Miera, director general de la entidad, sobre su trayectoria y su mirada creativa. En esta nueva entrega, el ganador del Premio del Jurado en la 78ª edición del Festival de Cannes con el largometraje Sirat – candidato al Oscar 2026 a Mejor Película Internacional- reflexiona sobre el papel del cine como herramienta trasformadora por su capacidad de conmover; también recorre su vínculo con la montaña lucense de Los Ancares y reivindica la importancia del mundo rural como horizonte de futuro.
A la hora de explicar su concepción sobre el séptimo arte, el director de cintas como Todos vós sodes capitáns, Mimosas u O que arde, traza un paralelismo entre el cine y la política. Explica que ambos, en su esencia, persiguen lo mismo: emocionar y tocar la intimidad del espectador, abriendo así un espacio de transformación personal y colectivo, despertando una reacción en las personas. No se refiere, por tanto, a un discurso ideológico ni de consignas, sino a la dimensión política del cine entendida como la capacidad de generar empatía, sensibilidad y conciencia en quien lo recibe. “No hay nada más político que conmover un corazón humano, y eso es lo que se consigue a través del cine”, afirma con rotundidad.
En esta concepción se enmarca también su manera de filmar. En O que arde, rodada en Los Ancares, decidió dar el protagonismo a dos pastores de la zona, junto a tres vacas y una perra. Con ello quiso demostrar que situar la cámara sobre lo pequeño y vulnerable no es anecdótico, sino una declaración política: dignificar lo sencillo y otorgarle un valor universal para movilizar al espectador, despertando en él sensibilidad y empatía. Como él mismo explica, “rodar en Los Ancares, con dos pastores, tres vacas y una perra, ya es un gesto político”.
Durante la conversación, Laxe también insiste en que el cine y el arte en general no son fines en sí mismos, sino vehículos de crecimiento personal y social, un acto de servicio, un espacio donde compartir vulnerabilidad y esperanza. “Es filmar no solo para contar historias, sino para crear experiencias que “masajeen el alma” del espectador”, afirma. Por tanto, a través de la poesía, la música o el cine, Laxe busca lo que llama “la esencia de lo humano”, aquello que une a las personas más allá de las diferencias culturales o ideológicas: “El mundo nos está empujando hacia un abismo que nos obligará a recordar qué significa ser humanos… Y eso nos hará agarrarnos las manos con más fuerza”.


